Jorge Alberto Romero, alias “El Tío”, es uno de los cinco presos del pabellón 23 del penal de Piñero que el lunes pasado sufrió graves quemaduras. Tiene el 80% de su cuerpo herido por el fuego y agoniza en el Hospital de Emergencias de Rosario. Romero es un preso reincidente de varios ataques sexuales. Fue imputado en noviembre pasado por asaltar, violar y matar a la comerciante esperancina Gabriela Degiorgio, un hecho que generó conmoción en toda la provincia. Se sospecha que se podría tratar de un crimen por encargo dentro del penal.
Romero y otros cuatro presos del pabellón de “ofensores sexuales” fueron quemados en el sector de jaulas del pabellón 23. El hecho ocurrió cerca de las 9.30 de la mañana, minutos después de que se gestaran incidentes en ese sector, donde los internos habrían simulado un conflicto por la entrega de paquetes para atacar a los cinco presos. Pero el lunes los presos de ese sector no recibían los víveres que les envían sus familiares. Por orden del fiscal Gastón Ávila se ordenó una pericia a los bomberos para determinar si se utilizó algún combustible para quemar a los reclusos.
“Se trató de una carpa. Es decir, se simuló que había un conflicto por la entrega de paquetes y minutos después terminaron cinco internos con graves quemaduras”, señaló una fuente del penal de Piñero, donde analizan si no se trató de un intento de asesinato por encargo contra Romero, un hombre de 29 años, oriundo de Recreo, que carga sobre sus espaldas con varios antecedentes por ataques sexuales.
De los cinco internos con quemaduras uno murió y otro, Jorge Alberto Romero, agoniza con el 80% de su cuerpo quemado y conectado a un respirador artificial. Según publicó Aire Digital el 12 de noviembre pasado, Romero, “el hombre que asaltó, violó y mató a la comerciante esperancina Gabriela Degiorgio, sabía perfectamente lo que hacía y era consciente de que, tarde o temprano, lo volvería a hacer”.
Decirlo de esta manera puede parecer temerario y aventurado. Sin embargo, la conclusión surge de las palabras del propio Romero: el 13 de julio de 2013, entró a panadería de Monseñor Zaspe y Saavedra, asaltó a la empleada, intentó violarla. Mientras lo hacía le dijo que no se resistiera, que él estaba enfermo y que se entregaría a la policía.
Seis años después, Romero se subió a un colectivo rumbo a Esperanza, dispuesto a repetir la historia. Todo indica que al azar eligió el negocio atendido por Gabriela Degiorgio, entró para robarle, abusó sexualmente de ella y en medio de la resistencia la golpeó hasta matarla.
Lo que más sorprende en este caso -quizá no debería sorprender- es que, durante los seis años que transcurrieron entre un ataque y otro, Romero no estuvo en libertad, sino que permaneció en la cárcel, a disposición de un sistema que en teoría debió rehabilitarlo. Es que, luego del asalto a la empleada de la panadería, la policía lo detuvo y lo puso a disposición de la Justicia.
Los jueces hicieron su trabajo: lo condenaron a seis años de cárcel por los delitos de robo calificado por lesiones graves y abuso sexual gravemente ultrajante, en concurso real. Cuando cumplió los cuatro años de pena, pidió salir en libertad condicional. Pero se lo negaron. “El Tío” cumplió hasta el último día de su condena, hasta que el 15 de julio pasado recuperó su libertad.
Cuatro meses después, volvió a atacar. Esta vez, con un resultado irremediable, que terminó con la muerte de la comerciante de Esperanza. Lo sucedido demuestra de manera dramática que, aun cuando el sistema policial y judicial funciona, no está en plenas condiciones de garantizar buenos resultados. Una “pelea” en la cárcel dejó a Romero al borde de la muerte.
Fuente: Aire de Santa Fe