Parecen no tener paz y lo peor de todo es que la mayoría de las veces ellos mismos generan los problemas que se le vienen encima provocando rechazo en la sociedad.
Hablamos de “los Placenzotti”, que manejan a su gusto la Intendencia de San Carlos Centro desde hace muchísimo tiempo (apenas interrumpieron su “reinado” un par de años cuando perdieron las elecciones)… Ellos son Jorge Placenzotti, ingeniero, varias veces jefe político de la ciudad, candidato a senador y también en el pasado con un cargo en la provincia, donde salió en medio de varios escándalos.
Su mano derecha y para la mayoría quien realmente “cocina todo” es su esposa, Silvia Olga Godoy, hoy asesora legal y una especie de coordinadora general del municipio, puesto “a dedo” por el que cobra cientos de miles de pesos por mes… Y por último, el actual intendente, Juan José Placenzotti, hijo de Jorge, quien maniobra como puede ante las órdenes de los otros dos mencionados.
A favor de ellos podemos decir que siempre mantuvieron bien ordenada la localidad y en varios temas demostraron visión política, pero su forma arrogante de manejar la cosa pública, lo que es de todos y no de ellos, le jugó una mala pasada muchísimas veces… Son “patrones de estancia” que comunican pésimamente hacia adentro del municipio y peor aún para afuera, creyendo que con dinero pueden tapar todo.
Se equivocan, porque la gente se entera y comenta. Para colmo de males ellos ante los gruesos errores no saben cómo reaccionar…
Podríamos enumerar decenas de atropellos, pero citamos el de Jorge Placenzotti agrediendo a un menor que estaba en una plaza, asunto por el que fue llevado a la Justicia y “misteriosamente” durante meses la causa fue “dormida”… A pesar de las pruebas en su contra consiguió zafar… Las autoridades judiciales sabrán por qué y podrán responder si tienen la conciencia limpia o no.
Vamos a lo más reciente, relatado por un vecino de la localidad en sus redes sociales, situación que desnuda cómo actúan y ante la “explosión de la bomba” una vez más no mostraron reacción.
Textual
Bajo el título “LOS DINOSAURIOS VAN A DESAPARECER”, este ciudadano relata lo siguiente: “Primeros días de febrero, una persona ingresa como empleada al área administrativa del municipio sancarlino. Paralelamente, por esos días, desde el Municipio se disponía la clausura de un local comercial (un bonito bar de nuestra ciudad), porque aparentemente no estaban en regla unos papeles del establecimiento.
Este problema, en una ciudad donde nos conocemos todos y con un Ejecutivo normal e inteligente, se hubiera solucionado con un simple llamado telefónico al propietario del local, solicitando el papel en cuestión… Pero no en San Carlos, donde el Ejecutivo no es normal y mucho menos inteligente.
Aquí se decide directamente por la clausura sin tener en cuenta que para un bar el cierre absoluto durante todo un fin de semana es altamente perjudicial tanto para sus propietarios como para sus empleados, que ven coartadas sus posibilidades de trabajar y ganar el pan dignamente… Algo que en el Ejecutivo y sus alrededores desconocen por completo.
Pero dejemos de lado las formas, y vamos a los hechos. Pocos días después de dispuesta y efectivizada la clausura, el propietario del local consigue reunir los papeles requeridos, se acerca al Municipio para presentarlos pidiendo, como es normal, que se le firme un recibido de la documentación presentada.
Lamentablemente quien atiende al dueño del local es la persona recientemente empleada mencionada anteriormente… ¿Y por qué digo lamentablemente? Esta persona recibe la documentación, le da ingreso y firma el recibido solicitado por el dueño del local, como debe ser, como la ley lo indica.
Al día siguiente, siete menos cuarto de la mañana, la asesora legal, coordinadora general, Jueza de Faltas, Intendenta, etc., etc., del Municipio, en un ataque de ira, le espeta en la cara y delante de todos sus compañeros de trabajo a esta persona recientemente contratada, una serie de barbaridades, que encerraban nada más ni nada menos que una furia incontenible por haberle recibido los papeles al propietario del local. Acto seguido, la despide…
¿Hace falta algo más para demostrar que estos mamotretos políticos hacen y deshacen como se les da la regalada gana y jamás, como ellos dicen, ‘dentro de la ley todo, fuera de la ley nada’?
¿Qué beneficio personal les significará la persecución eterna de las personas que quieren desarrollar un emprendimiento (cualquiera sea su rubro) en San Carlos Centro? Porque esto ya pasó con otro emprendimiento frente de la plaza, en una edificación que estaba abandonada y se está intentando recuperar para el desarrollo de un emprendimiento comercial. Trabas. Trabas. Trabas.
San Carlos Centro en escasos 6 años volvió a ser un pueblo que nadie quiere ni mirar al momento de pensar un emprendimiento comercial… excepto que tenga la voluntad de renegar, por lo menos hasta que se vayan estas basuras (porque se van), con trabas, trabas, trabas, trabas.
La prueba está a la vista, ¿cuántos emprendimientos florecieron en este tiempo? Me sobran los dedos de una mano para responderlo. Y si miramos para otro lado, pero acá nomás, en nuestro vecino San Carlos Sud nos sorprende gratamente el empuje que ha demostrado en estos últimos años.
Y eso no es magia, ¿eh? Es voluntad de acompañar a los emprendedores. Voluntad que hasta el político menos astuto y menos formado trata por todos los medios de poner siempre de manifiesto.
Pero acá, con esta casta de odiadores seriales (y un intendente escasamente astuto y formado) que como sociedad cometimos el tremendo error de ponerlos otra vez al frente del municipio, eso no sucederá nunca.
Si por algo serán recordados los integrantes del nefasto triunvirato es por ser la administración con menos emprendimientos desarrollados, por el odio que sembraron y siembran a diario en la comunidad, por la evidente molestia que representa para ellos que un habitante de la ciudad se desarrolle comercialmente y por la evidente molestia que ocasiona a los ciudadanos que estén en el gobierno.
Son el peor error en la historia de la sociedad sancarlina. Paciencia. Parece mucho, pero dos años son un instante. Ya se van. Para no volver. Para desaparecer… como los dinosaurios”.