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Los robos no paran y muchos apuntan a un puñado de jóvenes: ¿quién les pone freno?

Los vecinos están hartos de la inseguridad y en particular por el accionar de un grupo de adolescentes que recuperan enseguida la libertad y son «contenidos» por profesionales que los definen como víctimas del sistema. ¿Cuánto falta para un desenlace fatal?

 

Los defensores «morales» que existen en nuestra ciudad dirán que se estigmatiza a estos esperancinos que cuentan con decenas de hechos ilegales en su haber, más una cantidad de ilícitos indeterminada donde los vecinos los acusaron de ser autores pero la policía ni siquiera los detuvo, por eso se enojan cada vez que los ciudadanos hartos de la inseguridad apuntan contra ellos o los medios de comunicación damos cuenta de la compleja situación derivada de los robos que se suceden sin solución de continuidad.

A esas personas que defienden a estos sujetos nosotros preferimos llamarlas «teóricos de la realidad», porque opinan desde una oficina y basados en algunos libros que leyeron, en el mejor de los casos, en su paso por la facultad, obras escritas para países o realidades distintas a la nuestra.

¿Por qué planteamos todo esto? Sencillo, otra vez recibimos numerosos mails y comentarios de la gente que critica con nombre y apellido «a los mismos de siempre», quienes generalmente ante un delito «algo tienen que ver», como en las últimas horas, ya que el mayor de una familia muy conocida por su relación con el hampa fue detenido por el robo a una despensa en La Orilla, lo que derivó en cuatro allanamientos.

¿Qué se le dice al comerciante que sufrió cinco o seis robos en pocos meses y en el último, que derivó en los procedimientos ejecutados el martes en el extremo norte de la ciudad, además debió soportar que minutos después uno regrese y lo amenace de muerte? Los que hablan de estigmatización, ¿serán capaces de dar la cara y explicarle a este hombre ese concepto con el que terminan defendiendo «lo indefendible??

Existen muchísimos casos donde estos jóvenes son mencionados en causas penales, pero por una cosa u otra salen rápidamente, ante lo cual se sienten impunes y enseguida echan mano a sus acostumbradas andanzas… Todas las políticas de integración o socialización han fracasado, entonces, para no estigmatizar a quienes nunca se cansan de robar, ¿debemos quedarnos de brazos cruzados y esperar que maten a alguien para que se dignen a tomar medidas?

El Estado, en todos sus niveles, debe repensar su accionar sobre este tema, ¿pueden seguir sosteniendo que estos malvivientes son víctimas del sistema? ¿Qué queda entonces para las decenas, perdón, centenas, de víctimas que miran cómo un grupito les roba sus pertenencias sin poder mover un dedo porque la ley y los profesionales que actúan desde la provincia y el municipio enseguida saltan a protegerlos?

Es hora de plantear un debate serio que además de la teoría contemple lo que sucede en la calle, porque no falta nada para que suceda una desgracia mayor: que estos inmanejables y violentos sujetos maten a un vecino o que el dueño de casa o un comerciante los encuentre in fraganti y haga justicia por mano propia. Ahí será tarde para lamentos.