En 1869 Domingo Faustino Sarmiento era presidente de la Nación. Había asumido en el cargo el 12 de octubre del año anterior y llevado a cabo la considerada, en perspectiva, segunda presidencia histórica o fundacional tras la de Bartolomé Mitre. En su gestión, Sarmiento se basó en tres objetivos bien precisos: “Nación, Constitución y Libertad”. La nación era comprendida como la unión definitiva de las provincias, con base en la Constitución y la libertad como pilar para garantizar el progreso de los ciudadanos.
Mientras ejercía su cargo, estalló un conflicto en las colonias agrícolas de Santa Fe, contado en este mismo espacio hace algunas semanas. Cuatro integrantes de una familia de colonos de San Carlos fueron asesinados y los habitantes del lugar consideraron que el coronel Nicolás Denis, un caudillo que residía en la colonia indígena de El Sauce, había refugiado a los presuntos autores del hecho. Aunque esto nunca se comprobó, Denis terminó linchado y debió intervenir el gobierno provincial para poner orden y colaborar con la Justicia. Todos estos hechos, pusieron en el ojo de la tormenta a las colonias agrícolas, donde la situación, a pesar de todo, era próspera en términos económicos y con mucho potencial.
Algunos diarios de la provincia, tal como consta en diversos registros bibliográficos, se valieron de estos hechos para cuestionar al entonces gobernador de la provincia, Mariano Cabal. Lo acusaban de ser incapaz de mantener el orden en la zona de asentamiento de los inmigrantes europeos. Fue por eso que un grupo de colonos cursaron una invitación al propio Sarmiento para que viaje hasta la zona y compruebe de primera mano la situación.
“Ocho leguas de tierras labradas”
La misiva fue publicada en El Nacional de Buenos Aires. Decía así: “el gobierno actual de la provincia es el más celoso defensor de nuestras garantías, el mejor auxiliar de nuestras ideas progresistas y el más prudente consejero con quien contamos en nuestros conflictos internos. Los sucesos recientes han acreditado toda su prudencia y su conducta conciliadora y justa ha mostrado a las colonias cuánto pueden esperar de una autoridad que sabe conciliar los deberes del magistrado con las consideraciones debidas a las asociaciones progresistas, tan celosas de sus garantías como contraídas a su progreso material e individual”.
En otro de sus párrafos, la carta indicaba que la colonia había duplicado su producción de ese año por sobre la anterior cosecha. “Si usted se dignara a visitarnos, como se lo suplicamos ardientemente, encontraría ocho leguas de tierras labradas por nuestras manos”, manifestaba al final. Estaba firmada por el propio fundador de la colonia, Carlos Beck Bernard, y un grupo de destacados ciudadanos que representaban la voluntad de todos los habitantes de San Carlos y su zona de influencia.
Recibir a un prócer
Fiel a sus preceptos, dado que él mismo había sido promotor de la inmigración europea, el presidente Sarmiento se hizo eco del pedido del pedido de los santafesinos y en enero de 1870 se trasladó hasta la zona. Cómo se estilaba en la época, viajó en barco hasta Santa Fe, junto con un grupo de funcionarios y referentes de distintas instituciones intermedias. En la capital provincial se sumó el gobernador Mariano Cabal.
El 28 de enero, el presidente llegó hasta Esperanza, donde actuó como padrino de bautismo de uno de los hijos de Carlos Henry. Como madrina, actuó la condesa de Amelot, quien era esposa del ministro plenipotenciario de Francia en la Argentina, conde Amelot de Chaillon, quien integraba la comitiva. Al día siguiente llegó hasta San Carlos, epicentro del conflicto que había motivado su viaje, donde fue recibido en forma efusiva y tuvo la posibilidad de comprobar con sus propios ojos la productividad de los campos. Desde ahí siguió viaje hasta San Jerónimo.
Almas eólicas
Menos protocolar, dado que ya no era presidente ni funcionario público, pero mucho más colorida fue la segunda visita realizada por Domingo Faustino Sarmiento a la Colonia San Carlos. Fue en 1883, cuando el prócer era tan solo un ciudadano común y corriente, ávido por conocer los rincones del país que había presidido una década antes. En esta oportunidad, dejó por escrito algunas de sus vivencias. “Llegado a San Carlos, alojado en la magnífica escuela construida por el vecindario, pregunté por la población, que se encontraba reducida. Este es, me dijeron, el San Carlos católico. -¿Pues que hay una protestante? -Sí- me contestaron, en torno a la plaza del Sur. Era de quedarse lelo al oír estas denominaciones, pues había un tercer San Carlos, a otra legua al Norte, que no era ni protestante ni católico. ¿Pues qué son? Son franceses”, apuntó.
También plasmó en papel sus impresiones sobre el molino Bauer, “el primero en esta América” y destacó la calidad de sus harinas. Quedó encantado con una de las industrias sancarlinas del momento, curiosamente alejada del rubro agrícola. “En el San Carlos del centro hay una fábrica de acordeones que inunda de armonías, con sus productos, todas las colonias, llevando con las brisas de la tarde, como si fueran almas eólicas, los cantares tiroleses, las barcarolas de Venecia o los dúos de Verdi”, escribió.
Sarmiento murió el 11 de septiembre de 1888 en Paraguay, con 77 años. Carlos Pellegrini declaró, ante sus restos mortales, que había sido “el cerebro más poderoso que produjo la América”.
Fuente: Juan Ignacio Novak / El Litoral