“Gente común realizando acciones extraordinarias en el diario vivir”, sería la expresión que alude a personas que de un segundo al otro se comprometen vitalmente con los demás. Es el caso de Andrea Steinkamp, integrante del Servicio Penitenciario provincial y Alfredo Campagnoli, pintor de obra, orundo de Esperanza quienes evitaron que un joven se quitara la vida en Ushuaia.
Luego de la crónica policial y transcurrido algún tiempo, los hechos parecieran suavizarse, perder color y caer en el olvido, en una atención colectiva que va interesándose por acontecimientos nuevos que después seguirán el mismo camino, aún los más dramáticos.
Podría ser el caso del intento de suicidio – uno más, en una sucesión que parece interminable – de un muchacho joven que se desempeñaba como vendedor de boletas de estacionamiento, en la calle San Martín de Ushuaia y que el lunes 16 de mayo, alrededor de las 13.30, decidió, afortunadamente sin éxito, colgarse de una baranda metálica ubicada en calle Gobernador Paz frente al numeral 1301. El hombre de 32 años de edad no pudo lograr su cometido porque en su desesperado accionar se interpuso la solidaridad y el compromiso, valores personificados en Andrea y Alfredo, a quienes Diario Prensa Libre de Ushuaia localizó y entrevistó.
“Yo lo vi desde un primer momento, desde que el muchacho llegó y se apoyó en la baranda. Parecía alcoholizado y estuvo ahí unos 20 minutos. Yo estaba en frente, en la hostería y arriba de una escalera, pintando un techo. Entonces pensé que era un borrachito como tantos que uno se cruza en Ushuaia, todos los días… No le di mayor bolilla y cuando giré la cabeza para desenganchar unas sogas, lo ví subiéndose a la baranda y me dí cuenta de todo… “ – comienza recordando Alfredo Campagnoli, un pintor de obra cuya experiencia como chofer de ambulancia y bombero voluntario en Esperanza -de donde es oriundo- le sirvió para reaccionar rápido ante la urgencia.
“Me bajé de la escalera como pude, salté un tapial y crucé la calle justo cuando venía un camioncito que paró para dejarme pasar. Lo miré al chico y le hice montoncito con los dedos, mientras le gritaba `¡¡qué haceeees…!! y seguía corriendo hacia él. Entonces me miró, con la mirada triste de los que se entregan y se deslizó, con un cable en el cuello. Cuando por fin llegué lo traté de agarrar de los hombros, de los brazos pero se me deslizaba porque yo tenía los guantes de trabajo puestos. Ahí se me acercó a los gritos una mujer que se puso a la par y comenzó también a tirar para arriba. Enseguida se sumó otra persona y juntos logramos levantarlo al chico y empujarlo hacia la vereda de Gobernador Paz, inconsciente… Sabíamos que estaba vivo porque escuchábamos el ruido de la saliva en la garganta pero seguía con un cable gomoso atado en el cuello que le sacamos enseguida y como pudimos. Ninguno de nosotros podíamos creer lo que estaba pasando”.
Alfredo Nelson Campagnoli: «Cuando le conté lo que pasó, a mi hijo que está estudiando en La Plata me dijo que se siente muy orgulloso de mí. Ese es mi mejor premio».
Con el correr de los minutos se sumó un enfermero de la Base Naval Ushuaia y un muchacho bombero, que también pasaban casualmente por el lugar. Juntos intentaron reanimar a S.P.A., que seguía desmayado. “La verdad es que si yo no lo veía, el chico no contaba el cuento porque nadie lo hubiera visto. Mi camioneta estaba estacionada y lo tapaba a los ojos de los que pasaban por la calle. Yo creo que cuando naces ya tenés el destino marcado y que lo que pasó fue providencial porque ese día yo no iba a ir a trabajar debido a que había mucho viento. Cuando paró un poco fui a la hostería. Hacía apenas una hora que había llegado al trabajo cuando pasó todo. Creo que si no hubiese mirado el nudo de la escalera y levantado los ojos, no lo hubiera visto, ni tampoco ninguna otra persona. No era su momento de morir” – continúa rememorando Alfredo, emocionado.
¿Qué se siente cuando se salva una vida?
Te sentís satisfecho, muy contento. Es la primera vez en mis 55 años de edad que me pasa salvarle la vida así a alguien. La satisfacción es inmensa. Y también la de mi familia, de mi esposa y mis dos hijos. La mayor está en el norte y tiene 25 años y mi hijo, nacido en Ushuaia, está estudiando en La Plata periodismo deportivo. Cuando le conté, me dijo que está muy orgulloso de mí y ese es mi mejor premio.
Andrea Roxana Steinkamp, oficial mayor del Servicio Penitenciario de Tierra del Fuego: «Como seres humanos tenemos que ayudar a nuestro prójimo, tomarnos el tiempo para pensar en quién tenemos al lado y en lo que puede estar pasándole».
En el mismo lugar y a la misma hora, estaba también Andrea Roxana Steinkamp, oficial mayor del Servicio Penitenciario de Tierra del Fuego y madre de dos hijos. Pasaba a bordo de su vehículo cuando se precipitó todo y tampoco lo dudó: descendió corriendo del auto y se puso a la par de Alfredo, a quien no había visto nunca antes, y juntos hicieron un esfuerzo descomunal para izar el cuerpo de S.P.A de donde estaba pendiendo, para salvarle la vida.
“Yo iba manejando mi vehículo por la calle Gobernador Paz, cuando por esas casualidades en que Dios te dice `mirá para este lado´, giré la cabeza hacia la calle Sarmiento y vi la escena. Corrí como pude y junto a otro hombre, al que después se sumó uno más, logramos levantar al muchacho y acomodarlo en la vereda. Creo que actuamos justo a tiempo porque pudo quebrarse el cuello por el peso y por la altura del lugar. Lo bueno es que pudimos llegar a tiempo y evitar un final drástico”.
S.P. A., de 32 años de edad, se encuentra actualmente en buen estado de salud y continúa siendo asistido en el área de Salud Mental del Hospital Regional Ushuaia.
¿Qué se siente ante una situación así, ante el caso de una persona que elige renunciar a seguir viviendo y que en nuestra provincia lamentablemente son hechos que abundan?
Creo que hay que actuar con empatía, con querer entender por lo que pueden estar pasando los demás. Dar un abrazo, una sonrisa, saber escuchar, o tan solo decir un `hola, cómo estás? con alegría, ya es algo y ayuda. Como seres humanos tenemos que ayudar a nuestro prójimo, tomarnos el tiempo para pensar en quién tenemos al lado.
En definitiva, la vida es hermosa y nunca hay que perder la fe. Lo importante es que Alfredo y yo, más otras personas que se sumaron, pudimos evitar un mal desenlace. Gracias a Dios el muchacho está mucho mejor”.